Hace unos días estaba enfrascado en la siempre gratificante labor de buscar comics para regalar a familiares y amigos en una conocida tienda de Málaga. Como ya he comentado en más de una ocasión: Si puedes regalar un cómic, ¿para qué vas a regalar otra cosa? Además, eso me permite hacer un repaso detenido a cuanto se está publicando a la vez que disfruto con cada una de las viñetas que voy repasando. Hay veces que paso tanto tiempo en las librerías y tiendas de comics que incluso me invitan amablemente a instalar allí mismo una tienda de campaña, cosa que todavía no he hecho pero que no descarto para un futuro próximo.
El caso es que en esta ocasión se me acercó un dependiente el cual me preguntó con la mejor de sus sonrisas si podía ayudarme en algo. Yo, que suelo ser muy huraño en eso de «ir a mi aire» en las tiendas, en esta ocasión accedí y le pedí que me orientara sobre las últimas novedades editoriales ya que tenía intención de adquirir varios comics para regalar.
A continuación me preguntó si los destinatarios de tales regalos eran niños o niñas. Tras una respuesta evasiva por mi parte este sujeto optó por tocarme las narices ya que comenzó a explicarme una serie de tonterías que ya había oído anteriormente a algún político o algunos tertulianos de televisión o radio. Pues bien, me dijo que debía hacer un esfuerzo por equilibrar el contenido de los comics para que el 50% del mismo fuera de orientación masculina y el resto de orientación femenina ya que hay que buscar el crecimiento mental equilibrado de los niños.
Para, para, para y párate ahí muchacho. Deduje que este tipo había estudiado la carrera de psicología, o similar, y finalmente había encontrado trabajo en la librería.
Pero no, no se trataba de una frustración de este individuo sino de toda una campaña de idiocia que estoy viendo desde hace tiempo en casi todos los sitios y muy especialmente cuando llegan las fiestas navideñas y hay algunos «sabios» que aconsejan sobre el tipo de juguetes que deben tener los niños.
Según se ha puesto de moda, parece ser que a los niños no se les puede regalar juguetes sexistas y que, en tal caso, se deben orientar en un 50% hacia cada lado. Esto significa que a mi hija habría de regalarle un cómic de las «Witch», una muñeca de «Famosa»y una caja de indios y vaqueros con su correspondiente fuerte «Apache». Por su parte, mi hijo debería recibir como regalo un cómic de «Asterix», un mecano y una muñeca «Barbie» con su correspondiente colección de primavera-verano, por supuesto. A mi otro hijo, el pequeño, se me ha ocurrido que le podría regalar una cocinita y un delantal a juego con las cortinas de su habitación.
Un anciano sabio al cual conocí hace tiempo y que respondía cuando le llamaba «abuelo» me decía siempre que: «el río siempre va hacia el mar». Esta simple frase se traduce en que mi hija terminaría por poner a los indios apaches a hacer cocinitas mientras que los vaqueros formarían una familia que viviría feliz en la Casa de la Pradera. Por su parte, mi segundo hijo le haría a la muñeca Barbie una capa con un calcetín rojo y se pondría a lanzarla por los aires diciendo que es Superman. Finalmente, mi hijo el pequeño utilizaría la cocinita como garaje y estación de servicio para su colección de coches.
Lo que quiero decir con todo esto es que a pesar de que los mayores podemos decidir en un momento dado que es necesario orientar (o no orientar) a nuestros hijos en un sentido o en otro, finalmente son ellos mismos los que decidirán sobre cómo y con qué quieren jugar. Ellos tienen la libertad que muchos tratan de quitarles, la de elegir sus juegos. Y esa libertad es la que realmente debemos enseñarles a utilizar sabiamente, no interesadamente.
El problema está en que hay veces (muchas, por desgracia) que ministros, consejeros y políticos en general tienen tan pocos contenidos para desarrollar en su labor diaria que buscan artificialmente leyes y planes de acción que rozan el absurdo, como es este caso. Generalmente son responsables de Educación, de Juventud o de Bienestar Social, pero la idiotez suele ser la misma, la de no regalar juguetes sexistas. Pues sepan todos ustedes que igual que siempre «el río va hacia el mar», los niños siempre terminarán jugando con aquello que les apetezca. Y si tienen que partirle una pierna a la muñeca de Famosa para que se convierta en el pirata Barbanegra, pues lo harán. Y no habrá Ley que lo impida.
Ni que decir tiene que finalmente opté por comprar los comics que me dio la real gana sin hacer caso alguno al amable dependiente. Y os juro que triunfé.