Son pocas las veces que he aguantado para ver a quien le daban los premios Goya ya que las ceremonias de este tipo suelen ser bastante pesadas y prefiero invertir mi tiempo en cosas más productivas. Sin embargo, este año he hecho un esfuerzo especial ya que estaba verdaderamente ilusionado con el hecho de que «Arrugas», el cómic de Paco Roca en su versión cinematográfica, pudiese obtener alguno de los dos premios a los que aspiraba.
Y mereció la pena porque así fue. Se llevó el Goya al mejor guión adaptado y también al mejor largometraje de animación.
Alguna vez he escrito en este mismo blog sobre la inspiración que los comics han sido a lo largo de la historia para el mundo del cine tan falto de ideas originales en los últimos tiempos. Ahí están los ejemplos de Batman, Superman, Los 4 fantásticos, Ironman, el teniente Blueberry (que pena de adaptación al cine, por cierto), Asterix, Tintín y, en nuestro caso patrio, Mortadelo y Filemón.
Sin embargo, me alegro doblemente por Arrugas ya que, por un lado, encierra una historia conmovedora que nos toca muy de cerca a la sociedad del siglo XXI y por otro, por el hecho de que se trata de una obra seria que ha sido llevada al cine de forma seria.
Pocos, ni siquiera el propio Paco Roca, podían pensar hasta donde podría llegar este cómic cuando hace algunos años él mismo se paseaba con algunos apuntes sobre Arrugas dentro de una carpeta por el Festival de Angouleme hasta que con una insistencia propia de un simpático caradura consiguió llamar la atención de un editor francés.
Sí, me alegro porque ahora todo el mundo sabe que detrás de esa buena película hay un magnífico cómic e incluso que todavía más allá hay una historia con la que muchos se encuentran y a la que algunos tratan de ignorar: el alzheimer.
Los dos premios Goya recibidos por esta película son importantes, pero lo son más cada uno de los comentarios de reconocimiento que hacen las personas que recién salen del cine tras reflexionar un rato sobre la vida a partir de un simple cómic.