Buscadme en el monte

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Muchas veces he comentado a quien me ha querido escuchar que si algún día me pierdo, que me busquen en lo alto del monte. ¿De cual? No lo sé, pero allá arriba las cosas se ven de otra manera. Estás tú y la naturaleza. Nada más.
 
Aquí abajo, en eso que llaman civilización, todo está torcido. El problema no está en que haya una crisis, que tiene que haberlas de vez en cuando, sino que ya estamos perdiendo incluso la ilusión ante un panorama que se desmorona ante nuestros ojos y la incapacidad de quienes nos gobiernan a todos los niveles.
 
Se nos pide a los ciudadanos que hagamos un esfuerzo, que seamos solidarios, pero permanentemente vemos como los políticos derrochan, como las grandes empresas especulan y como los bancos siempre ganan. Yo no tendría problema en cobrar menos si con eso puedo ayudar a personas de mi alrededor. Pero me niego a hacerlo ya que esos mismos políticos que me piden solidaridad (tanto los de derechas como los de izquierdas) después derrochan el dinero que no es suyo debido a la incompetencia de algunos, los intereses de otros, la absurda duplicidad de competencias y a la necesidad de un rédito electoral que no tiene nada que ver con las necesidades del ciudadano currante.
 
La gran empresa, por ejemplo, mira para otro lado mientras echa a la calle a doscientas personas, entre ellos un hermano, un cuñado o un vecino de cualquiera de nosotros. Con el dinero que dejan de invertir (que no gastar) en esos trabajadores especulan en los mercados con para obtener beneficios de la situación de penuria económica de otras empresas más pequeñas.
 
Y los bancos… ¡Ah, los bancos!. El gobierno les inyecta dinero para «salvar el sistema financiero» y después pregonan a los cuatro vientos que han conseguido un beneficio anual de un porcentaje indecente. A la vez, y esto de tapadillo, se reparten suculentos dividendos entre los miembros del consejo de administración. Sin embargo, sigo sin poder pedir o renegociar una préstamo que me permita salir adelante.
 
Veo cada día los coches oficiales con chofer que campan por las calles; veo como se celebran fiestas y festivales a cargo de los ciudadanos o como se organizan seminarios y cursos absurdos para ser mejores en competencias incompetentes.
 
Me gustaría poder votar a algún político que tenga agallas para sacarnos adelante, pero la democracia en nuestro país carece de personas que tengan reaños. Al menos no los conozco. Todos obedecen al dictado de sus partidos y, por tanto, a la necesidad de obtener votos cada poco tiempo.
 
Quiero un político sin miedos ni hipotecas ideológicas que diga ¡BASTA!.
 
Por citar un par de ejemplos básicos: Todos saben que el problema sanitario se solucionaría con el copago, pero «es impopular». Todos son coscientes de que existe duplicidad de prestación de servicios entre administraciones, pero cada vez se organizan más y más cosas innecesarias. Todos saben igualmente que es necesario meter mano en los beneficios impúdicos de la banca y corporaciones financieras. Todos saben mucho… pero no hacen nada.
 
Mientras tanto debemos permanecer aquí, en las tierras bajas, esperando la siguiente medida económica que a buen seguro afectará a nuestros bolsillos, el de los que tenemos nómina y el de aquellos que, por desgracia ya ni siquiera la tienen. También afectará, y de qué manera, al autónomo que ha invertido su vida y la de su familia en sacar un negocio adelante y no le quedará más que llorar ante el candado definitivamente cerrado de su ilusión.
 
Buscadme ese político con agallas. Me da igual cual sea su ideología. Lo necesitamos todos.
 
Y a mí buscadme en el monte. Seguro que estaré por allí.
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