Cambio climático y cosas que no interesan

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El cambio climático y cosas que no interesan

Hace ya un buen puñado de años me dio por estudiar una carrera universitaria sin saber muy bien qué era lo que realmente significaba eso ni que retos me aguardaban por delante. Mi voluntad obedecía a un impulso tan simple como el de hacer lo mismo que mis amigos y compañeros.

Algún día contaré porqué se me ocurrió matricularme en la carrera de Ciencias Geológicas, una gran desconocida. De momento, el sabio criterio de mis padres y de mi mujer me impiden contar la verdadera historia.

El caso es que tuve el privilegio de comenzar a estudiar geología, donde me enseñaron a leer las piedras, a interpretar los montes y a traducir el curso de las aguas. Ocuparon gran parte de mi tiempo en salidas al campo donde me ilustraron sobre el origen mismo de la naturaleza.

Hay personas a las que les parece un tema árido esto de la geología. La verdad es que “literalmente” se trata de algo árido pues va de tierras, suelos, piedras y arenas. El caso es que a lo largo de los estudios de geología también nos aleccionaron sobre volcanes, terremotos, tsunamis y aludes de nieve. Nos curtieron en mil excursiones en las que nos entrenaron en el difícil arte de saber donde hay que picar para sacar algo de valor e incluso se nos mostró lo fácil que puede llegar a ser que un edificio entero se venga abajo por no elegir adecuadamente el terreno donde se construye.

Pero lo más importante, lo que realmente sacamos todos de valor cuando hubimos terminado la carrera de geología fue un apasionado enamoramiento hacia la tierra y, sobre todo, la Tierra. Y es que no hay nada como conocer algo para quererlo y nosotros, los geólogos, no sabremos de otras cosas, pero de la tierra sí que sí.

Todo esto que llevo escrito puede parecer una soberana idiotez, lo cual no descarto, pero hoy en día, y a pesar de lo que llevamos a la espalda en los últimos años, seguimos siendo unos absolutos necios en el respeto a nuestro entorno. Además, también somos cínicos hacia el “cambio climático”. Hablamos de él, grandilocuentemente, por cierto, pero a la hora de la verdad los gobiernos (a todas las escalas) y las personas (en su más mísera escala individual) seguimos actuando como si no pasara nada.

Si todos nosotros dedicáramos tan solo cinco minutos al día en pensar cómo aportar nuestra pequeña contribución a la sostenibilidad y otros diez minutos en llevarlo a la práctica, todo podría empezar a ser un poco mejor.

Pero solo oiremos hablar de sostenibilidad cuando lleguen las próximas elecciones (un clásico). Solo habrá quien diga de poner en marcha grandes planes para mitigar el cambio climático cuando busque los ansiados votos para cualquier parcela de poder.

Pero la esencia del cambio mismo está en la suma de pequeños esfuerzos, los que cada uno de nosotros podemos hacer en la intimidad y sin que nadie tenga por qué enterarse. Es lo que se llama comúnmente actitud.

Al menos es así como yo lo veo.


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