Siempre se ha dicho que la historia la escriben los vencedores. Pero en los tiempos en que vivimos, parece que hemos dejado esa labor en manos de los más analfabetos y agitadores de cada casa sin pensar en las consecuencias que todo esto pueda acarrear.
Me niego a pensar que todos esos energúmenos que vemos en los medios de comunicación mutilando esculturas, pintando bustos o derribando estatuas sean personas ilustradas. Más bien parecen una manada de carne con ojos que obedecen al dictado de la sinrazón. No puede ser de otra manera.
Hace algunos años, muchos de los que ahora quieren eliminar de un plumazo esculturas de Cristóbal Colón, Fray Junípero Serra, el rey Leopoldo II de Bélgica, Jefferson Davis, Winston Churchill o Miguel de Cervantes eran quienes se echaban las manos a la cabeza cuando los talibanes dinamitaban estatuas de piedra en Afganistán. ¿Lo recuerdas?
Sin duda, hay tres problemas en esta historia. En primer lugar está la validez, o no, de juzgar a esos personajes con la moral y la ética actuales. Si todos decidiéramos hacer eso mismo, también deberíamos destruir sin remisión las pirámides de Egipto y las esculturas de reyes como Amenofis III, Ramses II, Tutankamon, Akenaton, Cleopatra o Ptolomeo, por utilizar esclavos en su construcción y en las tareas más miserables del imperio. También habría que acabar con todos los restos arqueológicos de las ciudades de las culturas Maya o Azteca, donde existía la esclavitud y se sacrificaban salvajemente a las poblaciones enemigas. Por supuesto, tendríamos que echar abajo el Foro y el Coliseo de Roma, donde también los esclavos luchaban o eran echados a las fieras. Ah, y por supuesto, no habría que dejar ni una sola piedra en pie en la Gran Muralla China, donde participaron miles de prisioneros esclavizados… y así, podríamos llevar esta locura hasta donde queramos llegar.
En esa misma línea, y de forma paralela a ese movimiento destructivo, podríamos hablar también de la idiotez que se le ha ocurrido a alguien de autocensurar de forma ejemplarizante la película Lo que el viento se llevó y proceder a un absurdo lavado de cara poniendo con unos carteles que ayuden a “contextualizarla”. Si eso tuviera que ser así, nos llevaría a sacrificar cerca del 90% del cine, porque siguiendo ese razonamiento, la censura debería incluir a todas las películas de romanos, de conquistadores, de tiempos antiguos, de guerras o de cualquier otra estupidez que se nos ocurra. Creo que en general somos suficientemente adultos y tenemos capacidad de raciocinio como para ser conscientes de que lo que vemos en el cine es ficción o, cuanto menos, la visión subjetiva de un autor. Y si esto está pasando en el cine, ¿deberíamos también empezar a quemar libros que traten los mismos temas? Algunos parecen pensar que el mundo está lleno de imbéciles.
En segundo lugar está la veracidad de la historia, esa que se ha reescrito entre una y mil veces en todos los casos. Seguro que cada hecho histórico puedes percibirlo desde diferentes perspectivas según cuál sea la fuente. Nadie te cuenta la realidad como fue porque siempre hay intereses creados que condicionan el relato de la historia. Aunque, lamentablemente, la mayoría de las veces ni siquiera queremos escuchar la verdad, sino la historia que más nos interesa oír según nuestra forma de ver las cosas. Piénsalo.
Y en tercer lugar cabe hablar de la chispa que prendió la mecha (que para esta gente podría haber sido cualquier otra). Cuando ocurre un hecho como el execrable asesinato de George Floyd, lo primero que hay que hacer es castigar ejemplarmente al miserable asesino que lo mantuvo en el suelo con su rodilla. A continuación, debemos poner todos los medios posibles tanto legislativos como de control para que eso no vuelva a ocurrir. Porque si no lo hacemos así, además del lamentable crimen, siempre habrá idiotas dispuestos a utilizar cualquier situación como esta para dar rienda suelta a sus instintos de venganza contra el mundo. Aunque no tenga nada que ver. Eso tampoco debemos permitirlo, porque si lo hacemos, cada día seremos más radicales y dejaremos de tener como referencia la convivencia y la ley. Y el mundo cada día se hará más pequeño para todos.
Por cierto, Cristóbal Colón no solo no traficó con esclavos, sino que al aplicar las leyes españolas propició la desaparición de prácticas esclavistas en muchos de los pueblos que se fue encontrando en el Nuevo Mundo. Es posible que este detalle no sea importante para los agitadores, pero es comprensible si tenemos en cuenta su persistente analfabetismo.
Por cierto, si quieres conocer más detalles y curiosidades sobre la vida de Cristobal Colón, puedes hacer clic aquí.
Te menciono a continuación algunos libros que, desde puntos de vista diferentes, explican con detalle cómo fueron aquellas primeras expediciones a América y cómo se desarrollaron las relaciones entre las diferentes culturas que allí se encontraron…