Lo primero, y lo más difícil, es eso que llaman “inspiración”. No siempre está ahí esperando ni aparece cuando la llaman. Para mayor escarnio del autor, la inspiración suele desaparecer cuando más se la necesita. Yo acostumbro a llevar conmigo una libreta en la que apunto las cosas que se me ocurren en los momentos más insospechados, los cuales no describiré por cuestión de tiempo y salubridad pública. Posteriormente, y una vez delante del papel es el momento de echar mano de la libreta donde se empieza a hacer una selección de las mejores ideas. Suelen quedar dos o tres realmente buenas las cuales es necesario depurar a fin de adaptarlas al formato que se le desee dar al dibujo, la historieta o la viñeta monda y lironda.
Antes de empezar el trabajo definitivo es francamente recomendable la realización de un story-board donde estructuremos de forma lógica la historia a fin de no tener que rehacer posteriormente páginas completas por el hecho de que se nos ocurra una nueva idea. Una vez hayamos reposado y repasado el story-board es el momento de comenzar.
Me gusta trabajar sobre papel a pesar de las magníficas herramientas que nos ofrece actualmente la informática. El papel y el lápiz nos permiten depurar mejor los volúmenes pero, sobre todo, nos ofrecen la posibilidad de desarrollar nuestro pequeño archivo con ideas gráficas, soluciones a problemas de dibujo, perspectivas, gestos o rayajos que suelen ser útiles posteriormente cuando nos encontramos ante nuevos proyectos.
Una vez el esbozo está acorde con la idea es el momento de pasar a rotular con tinta china (o un rotulador fino, quien así lo prefiera), con lo que obtendremos el primer dibujo claro y contundente sobre lo que deseamos hacer. En mi caso concreto solamente paso a tinta los contornos, nada de rellenos ni de sombras, eso llegará después.
Siguiente estación: el escáner. En este punto trato de personalizar el escaneado del dibujo de tal forma que desaparezcan los grises claros y las manchas (suelen ser producto de borrar las líneas a lápiz) y procurando una resolución alta, generalmente 600 ppp. El único problema que esto acarrea es que la imagen puede ser pesada (que ocupa mucho espacio en el ordenador, vamos) pero nos permite trabajar posteriormente con mayor detalle y precisión.
¿Y que tenemos en este punto? Pues ni más ni menos que nuestro flamante dibujo en un formato digital de “mapa de bits” el cual debe ser el comienzo del trabajo de depuración y montaje del cómic. Para trabajar con esa imagen a partir de este punto se pueden utilizar programas de dibujo como Adobe Photoshop, Corel Photopaint o aplicaciones gratuitas, pero magníficas, como puede ser GIMP (software libre).
El siguiente paso, y siempre según mi forma personal de hacerlo, es repasar una por una todas las líneas del dibujo escaneado. Es frecuente que la desmoralización más atroz nos llegue en el momento de ver en detalle y ampliadas las líneas que tan graciosamente habíamos elaborado a tinta china. Esto pasa por la enorme resolución del escaneado pero, insisto, es lo que nos permitirá mejorar el dibujo de forma dramática.
Llegados hasta aquí, es el momento de rellenar los negros (sombras). En esta fase mi objetivo es que el cómic sea totalmente creíble a blanco y negro ya que posteriormente, cuando apliquemos el color, lo que haremos será darle más vida al dibujo, nada más. Hemos de plantearnos igualmente que hay comics cuyo resultado es más atractivo en blanco y negro que en color. El dramatismo del b/n es muy superior al color, pero menos comercial.
A la hora de abordar los rellenos, bien sean de color o de blanco y negro, hay que prestar especial atención a los “niveles de matiz entre píxeles adyacentes”. ¿Mande? Si, eso quiere decir que al aplicar un color de relleno, éste se mezclará con la línea de contorno más o menos en función de ese nivel de matiz. Cuanto menor sea, obtendremos un relleno más suavizado con el contorno si bien éste se reducirá. Por poner un ejemplo, una línea de 0,5 mm se podría reducir a 0,4 o 0,3 mm por lo que podría requerir un retoque posterior, pero a cambio el relleno no aparecerá con bordes extraños.
Mi consejo: utilizar colores planos ya que el dibujo quedará mejor definido. Los volúmenes es aconsejable abordarlos posteriormente dando más luz a unas partes del dibujo y más sombra a otras. ¿Qué como se hace? Pues muy fácil. Se crea una máscara en la zona donde vamos a aplicar el pincel (debe ser grueso y suave) de tal forma que controlaremos mejor que no vayamos a sombrear zonas que no vienen a cuento. Y así se debe proceder con cada una de las partes del dibujo, sean grandes o pequeñas.
Los retoques finales son fruto de la experiencia de cada uno y son los que marcan la personalidad del dibujo y del dibujante. En este sentido, mi consejo es dibujar, dibujar y dibujar. Debemos hacer veinte dibujos para quedarnos satisfechos con uno solo. Debemos equivocarnos diez veces para dar con el resultado que deseamos. Personalmente tengo decenas de cajas llenas de dibujos que jamás verán la luz porque los he ido descartando, pero son una fuente perfecta para ir depurando la técnica y resolver situaciones en futuros dibujos o ilustraciones.
Un consejo útil: paciencia; casi nada sale a la primera.
Una vez llegados a este punto, habréis conseguido una pequeña gran obra de arte de la que seguro estaréis orgullosos. No se os olvide firmar el trabajo ya que hay que proteger la propiedad intelectual. Pero sobre todo no olvidéis cobrar a un precio justo el dibujo por aquello de que “de aire no vive el hombre”. En caso de no cobrarlo pensad el magnífico rato que habéis pasado creando vuestra obra, que eso sí que no tiene precio.
Bueno, estoy seguro que todo esto no os servirá prácticamente a nadie de los que lo habéis leído pero francamente yo me he quedado muy satisfecho escribiéndolo. Un saludo.