El cómic, el cine y el «Arte»

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Es costumbre denominar al cine como el “séptimo arte” y creo que es razonable que así sea ya que hay películas que se pueden considerar verdaderas joyas y que uno puede ver hasta cien veces sin cansarse. Hay quien no considera arte al cine y tan solo lo define como una industria, con cierta estética, eso sí, pero industria al fin y al cabo.

Por otro lado, el “arte” puede definirse de muchas formas diferentes pero creo que lo más acertado es decir que se trata de una actividad creativa realizada por una persona (o grupo de personas), fruto de su visión y sensibilidad y que despierta nuestros sentidos. Estoy seguro de que se podrían dar otros cientos de definiciones más certeras, pero creo que esta no viene mal. Se consideran como las seis artes mayores a la pintura, escultura, arquitectura, música, danza y el teatro (declamación, para ser más concretos). El caso es que, como digo, el cine se considera comúnmente como la séptima de las artes. Ahora bien, ¿y el cómic?¿se considera un arte o simplemente un divertimento friki?.

Si nos atenemos a la definición anterior de “arte”, no cabe duda que los comics deberían ser considerados como tales ya que son una actividad creativa con la que el autor transmite sentimientos y percepciones.

El cine, sin ir más lejos (el séptimo arte) está siendo uno de los mejores embajadores del cómic. En los últimos años no solo hemos visto como algunos comics célebres han llegado a la gran pantalla sino que incluso su éxito ha propiciado sucesivas secuelas. Ejemplos tenemos para no acabar: Superman, Spiderman, Los cuatro fantásticos, Hulk, Ironman, Blueberry, Batman, Asterix, Tintín, Mortadelo y Filemón, y un largo etcétera. Además, por si ello fuera poco, se trata de películas que están comúnmente entre las más vistas de cada temporada.

No se trata tan solo de trasladar el personaje a la gran pantalla sino que en casi todos los casos el cine intenta reproducir la “estética” del cómic en la película, unas veces con más éxito que otras. Hay ocasiones, las menos, que el camino es el inverso; personajes que han triunfado en la gran pantalla se han trasladado al papel si bien su éxito ha sido más limitado.

No quiero dejar de mencionar casos excepcionales de comics que, sin embargo, se han intentado trasladar al cine pero ha sido imposible. El ejemplo más cercano y significativo lo tenemos en el Capitán Trueno, que en tres ocasiones (dos nacionales y una internacional) se ha intentado llevar a la gran pantalla y en todas ellas se ha dejado por imposible. Cosa curiosa, por cierto.

Y por seguir con cosas curiosas, no olvidemos el hecho de que la práctica totalidad de las películas que se hacen actualmente en el mundo (al menos las serias) elaboran un “story-board” sobre el guión que es parte fundamental en el desarrollo técnico y artístico de la película. Desde que Walt Disney introdujera ese tipo de prácticas, los story-boards han evolucionado hasta convertirse en auténticos comics elaborados en el seno del proceso de producción de cualquier película.

La reflexión más inmediata nos lleva a pensar que el cómic dispone de una narrativa, una estética y un entorno artístico que lo equipara al arte del celuloide, pero por desgracia no se considera así de forma generalizada.

Desde la humildad de este blog, quiero reivindicar el cómic como arte. Pero para ello también es necesario que desaparezcan ciertas actitudes de equiparación de nuestro pequeño gran arte con otras actividades “marginales”, a lo cual contribuyen (a veces sin quererlo) las propias ferias, certámenes y exposiciones. De esto, por cierto, ya he hablado en algún que otro post anterior.
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