Bueno, yo soy Toté, aunque a veces me llaman Antonio Rodríguez Laiz. Nací un diciembre de 1962 en Almería a una hora muy poco decente de la madrugada, la cual no recuerdo con exactitud ya que mi primer reloj no cayó hasta bien cumplidos los doce años. Dado lo avanzado de la noche no esperaba encontrarme a mucha gente en el paritorio, pero he de reconocer que mis padres tuvieron un gran detalle en este sentido, ya que incluso mostraron su mejor sonrisa al verme.
Mi niñez, y la de mis cinco hermanos, transcurre en nuestra ciudad natal y poco puedo decir salvo que fue una infancia tranquila y sin grandes acontecimientos. Fue en los tempranos años sesenta cuando cogí mis primeros lápices con el fin de demostrar que la pintura me hacía «tilín». El único problema serio que tuve fue la persistente manía de utilizar las paredes de mi casa como improvisado lienzo, lo cual me hizo ser merecedor de innumerables charlas reparadoras y terapias de grupo.
No había terminado la EGB y ya hice mi primer comic aprovechando (esta vez sí) los papeles donde mi padre hacía las recetas de sus pacientes. Ese cómic se llamó «Tartessos» y lamento no haber conservado casi nada de aquel trabajo que me ocupó tantas horas y me permitió descubrir un maravilloso hobby. La técnica que utilicé fué la del «bolígrafo bic».
Ya en bachiller cobré cierta fama por aquello de hacer caricaturas de todos los profesores. Aquello se convirtió en una especie de «arte clandestino» que era utilizado como bálsamo y desquite emocional por mis compañeros, ya que les resultaba más enojoso dirigirse directamente a los profesores para decirles lo que pensaban en cada caso. En aquella ocasión ya empecé a utilizar folios de los de verdad para dibujar los comics, si bien la técnica empleada seguía siendo la misma: la del bolígrafo bic. Tal era el éxito de mis viñetas que mis compañeros decidieron copiarlas y venderlas para sacar algo de dinero para el ansiado viaje de estudios. He de reconocer que si hubiéramos dependido de ellas para hacer el viaje de estudios no hubiéramos llegado más allá de Albacete. Solo conseguimos vender dos de ellas … a mis padres.
Estos tempranos «éxitos» en el arte del dibujo me obligaron a considerar sensatamente la posibilidad de estudiar algo serio y más provechoso, por lo que empecé con eso de la informática cuando todavía nos enseñaban con tarjetas perforadas, ya que el disco duro era todavía un invento de otra galaxia. Posteriormente me matriculé en la carrera de Geología, e incluso obtuve el correspondiente título académico. Además, hice un gran descubrimiento durante mi etapa universitaria, que fue el hecho de que se ligaba mejor haciendo caricaturas y comics. Eso, lo reconozco, fue uno de los hechos que me animaron a practicar más concienzudamente el dibujo.
«Nico» fue el siguiente cómic y el primero con el que conseguí una adecuada satisfacción económica. Aquello me indujo a pensar que esto del dibujo podría ser muy lucrativo, error del cual solamente me ha sacado el tiempo y la experiencia. Le siguieron «Las aventuras de Hugo» y «Hugo, la serie», con desigual suerte.
Y aquí seguimos. Mis dibujos aparecen en diarios y revistas de varios países y en muchos idiomas (Cruz Roja, Hola, Ideal, Rialta, NT, La Voz de Almería, Caza deportiva, Landers, Mundo, Surprise MGZ, Dinamite…); disfruto con las ilustraciones para carteles, libros y discos; le echo muchas ganas a los logotipos y anagramas publicitarios; he ganado algunos concursos de diseño y he perdido muchísimos más… pero, por encima de todo, sigo dibujando simplemente porque me gusta a rabiar. Y eso es lo que hay.
Toté