El descubrimiento del fuego, hace casi 800.000 años, es considerado como uno de los hechos más importantes en la historia de la humanidad, ya que permitió evolucionar a nuestros ancestros hasta lo que hoy somos. Fue el Homo Erectus el que comenzó a utilizarlo en todas sus posibilidades. Actualmente es el Homo Imbécil (o sea, nosotros) el que se encarga de utilizar el fuego para destruir el entorno en cualquier rincón del mundo.
De todos es sabido que cada vez que llega el verano, con temperaturas altas, bajo grado de humedad, sequedad, maleza y restos de poda secos… el riesgo de que se produzcan incendios en la naturaleza se eleva exponencialmente.
Es verdad que hemos evolucionado en las capacidades técnicas y humanas para afrontar estas catástrofes, pero también lo es que cada año que pasa los incendios son más virulentos y más devastadores en todos los puntos del planeta.
Recientemente fue en Brasil, donde la selva amazónica sufrió un episodio de incendios más virulento y dramático que en años precedentes. A continuación fue el Estado de California el que sufrió incendios que devastaron grandes extensiones, incluso algunas urbanizadas. Ahora, a principios de 2020, es Australia la que está siendo arrasada por incendios que las autoridades reconocen no saber cómo abordar con éxito, ni prevén cuál puede ser la magnitud final del desastre.
Debemos concienciarnos que esto no es un problema que acontece en un país lejano y que no nos afectará. La suma de todos estos episodios está modificando ecosistemas y haciendo que la lucha contra el cambio climático sea cada día más difícil.
Ya va siendo hora de que todos pongamos de nuestra parte. Legisladores, gobernantes, jueces, fuerzas de seguridad… y nosotros mismos. Porque ya sea limpiando el monte, desbrozando, no dejando residuos, denunciando prácticas aberrantes o concienciando a quienes tenemos cerca, siempre tendremos algo que podamos hacer.