Granada es una de las ciudades que más me gustan, con diferencia. He vivido muchos años allí y cada vez que regreso sigo descubriendo rincones que aumentan mi atracción hacia esta ciudad. Y dentro de ella, el Albaicín es una de las joyas de la corona.
La primera vez que llegué al Mirador de San Nicolás fue de madrugada, en plena fiesta de las Cruces de Mayo. Llegué allí empaquetado y empujado por una multitud, más que por voluntad de llegarme a conocer el lugar. Sin embargo, a pesar de los miles de personas que abarrotaban aquella plaza, me sedujo al instante la enorme vista de la Alhambra con su iluminación nocturna. De eso ya han pasado más de cuarenta años y procuro visitar este rincón casi siempre que voy a Granada.
El Mirador de San Nicolás es una plaza abierta situada en el corazón del Albaicín granadino. En principio, parece ser una sencilla plaza sin grandes pretensiones, pero cuando encuentras tu rincón y te sientas disfrutando de lo que llega a todos tus sentidos, el tiempo se detiene y se vuelve eterno. Es uno de los lugares más atractivos de la ciudad y el rincón romántico por excelencia, desde donde se contempla una panorámica completa de Sierra Nevada, la Alhambra, la ciudad y la Vega de Granada. El lugar se hizo especialmente famoso a raíz de una visita que hizo Bill Clinton hace unos años donde dijo que “aquello era la puesta de sol y la vista más bonita del mundo” (o algo parecido).
Desde allí, mirando hacia la loma de la Sabika (sobre la que se ubica la Alhambra, para que nos entendamos), podemos admirar, de izquierda a derecha, el Generalife, retiro campestre del sultán; el Partal, palacio de Muhammad III; el Peinador de la Reina, residencia de la esposa de Carlos V; la Torre de Comares, donde estaban las salas del gobierno; los Palacios Nazaríes justo detrás; la Iglesia de Santa María de la Alhambra; el Palacio de Carlos V; y finalmente, la Alcazaba, con su Torre de la Vela, la más visible desde cualquier punto de la ciudad.
A espaldas del mirador se ubica la iglesia de mismo nombre, de estilo mudéjar, que fue construida en 1525 sobre la antigua mezquita Azitini, de la que tan solo ha quedado el aljibe. De la iglesia original tampoco queda mucho más que la torre, pues sufrió serios daños con la caída de un rayo en el siglo XIX y posteriormente, durante la II República, fue incendiada por unos asaltantes, convirtiendo en ceniza todo aquello que no era piedra o ladrillo.
La zona del Mirador de San Nicolás ya fue habitado por romanos y visigodos. En época árabe fue el centro neurálgico de la Alcazaba Cadima. La zona no se parecía a lo que hoy vemos, pues su espacio estaba ocupado por casas y palacetes árabes. Con el paso del tiempo, se fue despejando hasta mediados del siglo XIX, cuando tomó las dimensiones y forma que tiene actualmente.
Cuando llegues allí, te encontrarás músicos, artesanos, bohemios, paseantes y turistas venidos de todas partes del mundo. Allí, casi todos los días al atardecer, toca la guitarra el bueno de Federico, al que llaman El Ketamero. Dice que aquello es su teatro. A veces va acompañado por unos colegas y montan su propio festival. No es por unas monedas, sino porque es su forma de pasar el rato. Personalmente nunca compraría un disco suyo, pero, sin embargo, pasaría horas muertas allí, escuchándole con la Alhambra de fondo.
Si finalmente decides pasarte por allí, recuerda que el primer fin de semana de cada mes se celebra un mercado de artesanía en la plaza del mirador, conocido como “Mercado del Agua”. Es original, con artículos muy singulares y agranda su atractivo por el entorno en el que se encuentra.
Sí, el Mirador de San Nicolás es un sitio que destila magia. ¿Todavía no has subido hasta allí?
Es muy posible que cuando llegues hasta el Mirador de San Nicolás tengas hambre. Las cuestecicas del Albaicín abren el apetito y secan las gargantas. Si quieres darte un homenaje gastronómico sin que el precio te condicione, te recomiendo “El balcón de San Nicolás” (justo unos metros por debajo y con las mismas vistas espectaculares)(ver aquí) y el “Huerto de Juan Ranas” (calidad, vista y atención excelentes) (ver aquí las reseñas en Trip Advisor).
Si, por el contrario, quieres comer de tapeo o a precios más económicos, hay dos lugares a la espalda de la iglesia, que son igualmente recomendables: “El Mirador” y “El Kiki”, en ambos casos con terraza para respirar profundo el aire del Albaicín.
En todo el Albaicín hay numerosos apartamentos turísticos y algunos hoteles que te sumergirán, más aún, en la atmósfera mágica de esta zona. Si deseas un hotel, te recomiendo la parte baja, cercas de la Acera del Darro, porque tienes más establecimientos para elegir y estarás más cerca de las zonas de paseo. Además, evitas que, si te tomas unas copas, te puedas perder por las calles del Albaicín buscando tu hotel. Por mi parte, te voy a recomendar el “Palacio Conde de Cabra” (ver aquí) y “El ladrón del agua” (ver aquí), dos establecimientos que prolongarán tu admiración por este lugar.
El Mirador de San Nicolás está en el corazón del Albaicín y, en mi opinión, la mejor forma de ir es andando. Puedes subir por la Calle Caldererias, la cuesta de San Gregorio o por la Cuesta Alhacaba y Plaza Larga. Pero hay que esta en forma, porque es mucha cuesta y, como siempre, hacia arriba. Otra opción es tomar el microbús C31 que circula por el Albacín y tiene paradas en Plaza Nueva o la Gran Via.
Y, por supuesto, si quieres saber más sobre algunos destinos muy atractivos para tus viajes, te contamos nuestras experiencias en el Cuaderno de Viaje de Elcomic.