Aunque lleva ya muchas semanas terminado, es ahora cuando ve la luz este nuevo microcómic sobre la imaginación de los niños y las estupideces de los mayores. Limpieza de mente contra vicios adquiridos.
Muchas veces lo comparo, si me lo permiten, con los ordenadores. Cuando compramos uno nuevo todo funciona a la perfección; el disco duro es veloz, la información fluye, nos sorprendemos con la rapidez con la que aparecen los datos y todo es una maravilla. Conforme va pasando el tiempo el registro del ordenador va llenándose, el disco se va volviendo más remolón y llega un día en que decidimos que no tiene remedio. O formateamos el disco duro y le hacemos una revisión a fondo a las obsoletas piezas, …o nos compramos uno nuevo.
Con las personas pasa algo similar. Nacemos limpios y nuestra niñez tiene espacio libre para la imaginación sin hipotecas de comportamiento ni pensamiento. Con el tiempo vamos llenando nuestro disco duro de idioteces, complejos y banalidades perdiendo la capacidad para mirar de frente a la felicidad.
El problema es que a las personas no se nos puede formatear. Por eso algunos deciden cortar por lo sano y cambiar por una nueva máquina (léase persona), el camino más fácil pero más caro a la postre.
Me resisto a perder la imaginación del niño que fuí, aunque en la vida real, ésta en la que vivimos, no siempre eso puede ser compartido por los que me rodean pues ya tienen el disco duro demasiado saturado.
Este microcómic lo iré poniendo en los próximos días completo.
Imaginad, imaginad y seréis un poco más libres.
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