Estoy hasta más allá de las meninges de no poder sentarme ante el televisor, ni encender la radio, ni leer un periódico sin tener que aguantar toda la retahíla de idioteces, por ser suave, con las que diariamente nos obsequian todos los políticos de cualquiera de los partidos que pululan por España.
Estoy harto, muy harto, de que a los ciudadanos de a pie nos tomen por lelos o analfabetos a los que se puede decir cualquier cosa en la seguridad de que se lo van a creer de un tirón sin pensar. La verdad es que me indigna comprobar diariamente que esa gente que hace política parecen pensar con los pies o con el culo.
Los que están en el poder porque no son capaces de decir de una vez por todas todo lo que quieren hacer con las estructuras de este país. ¡Por Dios!, que si España os ha dado mayoría absoluta es para que le echéis un par de bemoles y tiréis p´alante, que si dentro de cuatro años creemos que lo habéis hecho mal, os mandaremos a donde ya fueron otros anteriormente. O más lejos.
Los de la oposición y que han gobernado durante ocho años deberían sonrojarse un poco y estar bien calladitos después de poner al país al borde del precipicio dando dinero a espuertas a las tonterías más grandes que se le puede ocurrir a un descerebrado. ¿Acaso de la noche a la mañana tienen soluciones mágicas que no han sabido encontrar durante su largo mandato?
Los que están más a la izquierda que los de la oposición deberían dejarse, por su parte, de demagogias y de brindis al Sol, que hay que tener los pies en el suelo de vez en cuando y caer en la cuenta de que las personas a veces pensamos. Y de paso, que no exhiban lujos que por la boca mitinera deniegan a otros.
Y los llamados nacionalistas. ¡Ah, los nacionalistas! Se les debería dar todo lo que piden, y mucho más. Que vivan solos y se gestionen solos, que verás lo que tardarán en pedir un tratado bilateral con España para poder sobrevivir.
De los sindicatos, ni hablo, que esta noche quiero dormir tranquilo.
Perdonadme por esta explosión de sinceridad, pero es que ya está bien que la única opción para ser feliz es incomunicarse. Que cada vez que leo, oigo o veo a estas gentes a los que votamos me doy cuenta de la importancia que puede llegar a tener el voto en blanco, a la vez que inutilidad.