¿Guerra del petróleo o guerra del agua?

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La guerra del agua

Esta reflexión sobre el petroleo y el agua tiene poco sentido del humor, ya que versa sobre guerras. Pero, aunque hablaremos de ellas, no se trata de un conflicto armado entre personas sino de una dura batalla por la supervivencia. La del hombre. Y a pesar de lo que llevamos padecido, y aunque parezca mentira, casi nadie es capaz de darse cuenta todavía de que realmente se trata de un problema real que deberemos afrontar ya mismo.

Todas las guerras tienen un motivo el cual, a veces, es conocido por todos, mientras que en otras ocasiones nadie lo conoce salvo los que la emprenden de una forma muy poco civilizada. Incluso voy más lejos, hay guerras que comienzan simplemente porque a una de las partes le interesa dar caña, pero el otro contendiente mientras tanto se pregunta constantemente aquellos de… ¿y yo que he hecho?
 
La mayoría de las guerras de esta, nuestra generación, tienen como telón del fondo el petróleo. Abierta o veladamente, ese «oro negro» es el motivo por el que los países llamados industrializados luchan o hacen que otros luchen a fin de garantizar un adecuado suministro del preciado elemento, y a un adecuado precio, para los próximos años. Y esto es así puesto que de todos es sabido que el petróleo se agotará antes o después. Hay quienes dicen que tardará unos veinte años en agotarse y otros que sesenta años. El caso es que todos coinciden en que se acabará. Vamos, que no habrá ni para llenar un mechero.
 
Lo que pocos saben es que el petróleo no solo es vital para que los coches se muevan o para que funcionen ciertas industrias, sino que es un elemento cotidiano en nuestras vidas con el que convivimos de forma desesperada. El petróleo, además de ser la principal fuente de energía actual, sirve para hacer neumáticos, plásticos, asfaltos, detergentes, pinturas, nylon, abonos, cremas para las manos, champú, medicinas, insecticidas, etc. En otras palabras, nos hemos acostumbrado a vivir con el petróleo a todas las horas del día.
 
¿Y qué pasaría si se acabara mañana mismo? Lo primero es que muchos se llevarían las manos a la cabeza, empezando por los gobiernos, que dejarían de ingresar cuantiosas fortunas en impuestos directos e indirectos y otros muchos empezarían a reaccionar. Los fabricantes de automóviles deberían desarrollar o perfeccionar otros motores con diferentes tipos de combustibles, nos vestiríamos con algodón o seda natural en vez de con fibras sintéticas, los juguetes se harían con otros materiales en vez de con plásticos y las pinturas se harían con tintes naturales, por poner unos cuantos ejemplos. En definitiva, nos costaría un poco pero todos saldríamos adelante de una forma u otra. Podríamos seguir viviendo.
 
Sin embargo, toda la dependencia que tenemos actualmente del petróleo también la tenemos, incluso más dramáticamente, de algo que no es posible sustituir: el agua.
 
Imaginemos, pero solo imaginemos, que mañana mismo desapareciese el agua. Algún listillo, que los hay, diría después de un largo proceso de pensamiento consigo mismo que se podría sustituir por vino o por jugo de pomelo; pero la verdad es que se trata de un elemento vital para que el hombre desarrolle su vida en todos los sentidos. En efecto, el gran problema que padecemos actualmente es la ceguera que padecemos sobre el gran problema con el que nos encontraremos en unos pocos años cuando la población no tenga agua suficiente para disfrutar de una vida saludable.
 
El caso es que el cambio climático es un hecho, no me cabe la menor duda: cada vez llueve menos pero más violentamente; cada vez tenemos temperaturas más extremas y las estaciones sufren de un insistente empeño en cambiar de fechas en el calendario, los inviernos parecen primaveras y estas últimas parecen otoños tirando a inviernos. Por otro lado, las poblaciones se incrementan y se agolpan en pequeños espacios llamados ciudades y, para colmo, la auto-denominada sociedad «acomodada» exige un consumo de agua cada vez mayor. Es lo que podríamos denominar como el «crecimiento insostenible«.
 
El problema no solo está en los usuarios, que no somos capaces de ahorrar agua ni de utilizarla de forma responsable siendo conscientes de su justo valor. El caso es que personalmente estoy convencido de que pagamos un precio de risa por el agua. Creo sinceramente que habría que pagar por ella el triple de lo que pagamos actualmente. Cuando discutimos sobre esto, muchas veces le planteo a mis amigos una simple pregunta: ¿Cuánto estarían dispuestos a pagar por una botella de agua limpia y cristalina el día en que abran el grifo de su casa y no salga ni una gota? La respuesta es siempre la misma: «lo que haga falta».
 
Y usted, amigo mío ¿cuánto estaría dispuesto a pagar?
 

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