Quién nos lo iba a decir hace unos años cuando, con la llegada de la revolución de las nuevas tecnologías, todos asumíamos que el poder iba a residir en quien poseyese la información. Pues no. Resulta que es la desinformación, basada en noticias falsas o fake news, la que se ha convertido en una herramienta esencial de poder en las campañas de gobiernos y grupos de influencia. En el año 2017, la consultora Gartner predijo en su informe de “Predicciones tecnológicas 2018” que la mayoría de los ciudadanos de países de economías maduras consumirá más noticias falsas que verdaderas en 2022. Lo peor es que, además, apenas existirá un modo fiable de poder diferenciar la mayoría de ellas.
Uno de los grandes problemas actuales de la información es la “necesidad de inmediatez” que se han autoimpuesto los medios de comunicación. La carrera creciente de los medios por ser los primeros y ganar a su competencia (cada vez más en número y con una autoría cuestionable en muchos de los casos) deja en segundo plano la obligada, o cuanto menos, deseable, labor de contrastar su veracidad. Ahora lo que prima es llegar a la mayor audiencia en el menor tiempo posible. Ansiedad en estado puro. La verdad y la objetividad deberían ser prioridades incuestionables en la información, pero lamentablemente ya no lo son. Verificar adecuadamente la fuente de la noticia es algo que se enseña en primero de periodismo. Y también en primero de honestidad profesional.
Si a la difusión de fake news (por voluntad, por error o por omisión) le sumamos la amplitud de audiencia que se consigue con Internet y las redes sociales, o su velocidad de propagación, realmente nos encontramos ante un escenario muy complejo. La consecuencia más inmediata es que la fotografía que obtenemos los ciudadanos de la realidad está manipulada en su origen y, consecuentemente, nuestras opiniones, decisiones y acciones estarán adulteradas sin que realmente nos demos cuenta de ello.
Ni que decir tiene que esto es un campo abonado para quienes desean manejar sin escrúpulos los hilos de este teatrillo en el que se ha convertido nuestra política y nuestra sociedad.
Pero hay que tener esperanza. Es posible que una vez perdida la batalla de la información debamos recurrir a activar la conciencia de los ciudadanos por otros medios. Sigo pensando que al ciudadano hay que volver a hacerle pensar. Es algo que casi se nos ha olvidado. Pero no se trata de pensar sobre la información que nos llega diariamente (posiblemente fake news), sino sobre cosas que activen nuestra capacidad de análisis y pensamiento, partiendo de los valores que tengamos cada uno en cada caso.
En este sentido, las viñetas o los comics pueden jugar un papel importante como es el de activar la visión crítica, el pensamiento, la reflexión y/o la conciencia. No son información, por lo que no corren el riesgo de ser falsos. Son el resultado de una reflexión del autor, que posteriormente plasma sobre un dibujo para que los demás puedan pensar sobre ello.
Pensar… ¿Recordamos el significado de esta palabra?