Cuántas promesas. Cuántas palabras vacías. Cuántas buenas-falsas intenciones. Cuánta demagogia. Cuántos farsantes. Cuántas mentiras.
Los programas electorales de todos los partidos se llenan de promesas sobre grandes proyectos e interesantes iniciativas que van a emprender con el objetivo de luchar contra el cambio climático. Saben que es un argumento que gana votos y por eso prometen, prometen y vuelven a prometer. Incluso lo hacen con la mejor de sus sonrisas.
Pero a la hora de la verdad, miras hacia atrás y descubres, una vez más, que los políticos tienen una única misión en su vida: medrar a costa del votante. Lo del cambio climático se guarda en el cajón hasta las próximas elecciones.
A veces hay pequeñas iniciativas que parecen alinearse con la lucha contra el calentamiento global, pero si investigas bien los detalles descubrirás que siempre hay alguna organización afín o algún amiguete que se beneficia junto al propio partido.
Esta lucha no tiene colores, ni es de un partido u otro, sino que es un problema de todos que debemos abordar sin mirar hacia otro lado, porque los que vivirán de nuestros aciertos o de nuestros errores serán nuestros hijos. Y es bien triste que esa sea la herencia que les dejemos.
No todo en la vida son intenciones. Las intenciones solo son palabras que se quedan en la lejanía del el tiempo.
Aunque, eso sí, siempre le podemos echar la culpa al comité de expertos.