Política de mierda

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A veces llega un momento en que los comics no solo son una obra de arte sino que llegan a constituir un auténtico refugio de paz y sosiego por lo que llegan a significar de evasión de la vida cotidiana. En más de una ocasión cualquiera de nosotros ha cogido un cómic y conforme iba pasando las páginas se iba desvaneciendo ese mundo real al que nos abocamos cada mañana cuando suena el despertador.

El problema es cuando pasamos la última de las páginas y nos encontramos con que esa maravillosa aventura ha llegado a su fin. Me enorgullezco de disponer de una buena colección de comics por lo que mis ratos de evasión son amplios y frecuentes. Además, tengo la suerte de disponer de un buen número de lápices de diferentes grosores y durezas que me permiten iniciar un cómic cuando me he cansado de leerlos.

Uno de esos temas de los que merece la pena evadirse es la política. Me confieso una persona poco devota de cualquier idea política. Solo en una ocasión he participado activamente en política a petición de un amigo y me he arrepentido muchas veces de haberlo hecho. De igual forma, llevo bastante tiempo sin votar ya que nadie se merece mi confianza y ni siquiera me han conseguido engañar últimamente.

Creo que la política con mayúsculas, la buena, es producto de mezclar ideas concretas de cada ideología política, una pizca del programa de cada partido y, sobre todo, la dedicación honesta de los políticos profesionales; pero eso es ciencia-ficción.

Llevaba un buen tiempo sin escribir en este blog debido a un exceso de trabajo y defecto de tiempo libre, pero la inspiración me ha llegado con el hartazgo de ver una y otra vez la bazofia en la que se está convirtiendo la política de este que todavía considero mi país, España.

Desde hace meses vengo observando, como supongo que mucha gente, que la política en este país consiste prioritariamente en meterse con el oponente, con o sin razón y, a ser posible, inculpándolo de cualquier barbaridad. Para colmo, ocurre que esa barbaridad resulta ser cierta a veces y entonces nos terminamos de dar cuenta que casi todos tienen algo que esconder y tratan de hacerlo manchando al de enfrente. Todo esto es últimamente portada ineludible de todos los noticieros de la televisión, radio y prensa escrita.

No hay día que pase sin que alguno de los partidos de este país insulte a sus oponentes, se jacte chulescamente de sinsentidos o acuse a otros de cualquier indecencia. Pero nadie ofrece soluciones ni alternativas creíbles a los problemas con los que nos enfrentamos diariamente los ciudadanos de a pié.

Y resulta además que yo, un ciudadano que paga religiosamente sus impuestos, me siento incapacitado para hacer oír mi protesta y conseguir que se invierta el dinero público como es debido. Sí, ese dinero que pagamos todos y que los gobernantes creen que es suyo.

Si se me ocurre preguntar a un político la razón por la que una carretera no está en condiciones, el motivo por el cual tengo que pagar todos los libros de mis hijos (que curiosamente se reeditan todos los años para que tengamos que adquirirlos obligatoriamente) o por qué la basura de mi domicilio está siempre sin recoger y oliendo pestes… siempre habrá una excusa que sonará incluso creíble y, por supuesto, un reproche hacia el resto de partidos políticos. Pero mi pregunta no obtiene respuesta.

Estoy hasta los carámbanos de que haya ministros que se vayan de cacería (los de ahora y los de antes); estoy asqueado de que haya quien con mi dinero (y el de otros miles de ciudadanos) contrate stands y viajes a precios de oro para que haya terceras personas que se enriquezcan; estoy igualmente irritado de quienes pregonan la austeridad y se compran áticos de lujo en zonas protegidas de la costa gallega; o de quien con mis impuestos invita a sus amigotes en el “txoko” de su residencia oficial.

La verdad es que estoy asqueado de esa política de mierda que nos invade por todos los lados.

Tengo amigos y conocidos que militan en partidos políticos. Hay algunos que lo llevan en el corazón, los admiro porque se dedican a algo en lo que creen. Hay otros que militan por que nadie los ha querido en otro sitio y es, por ello, su único medio de vida. Hay otros, en fin, que solo están ahí por sacar algo.

¿Acaso no tengo motivos para leer un buen cómic y evadirme un poco después de hacer esta breve reflexión en voz alta sobre la política de mierda?
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