.
Hay muchos amigos y conocidos que me confiesan que su gusto por los comics ha nacido como consecuencia de una ocasional colección por fascículos ya que, de otra forma, no hubieran accedido a este maravilloso mundo. La verdad es que esos coleccionables que suelen aparecer siempre al inicio del curso, osea, en septiembre, nos inducen a veces a conocer cosas que de otra forma no nos hubiéramos planteado. Otras veces se trata, sencillamente, de estupideces.
Precisamente estamos en septiembre. Es el mes de los coleccionables por fascículos. Acabamos de vivir (unos más que otros) unas ansiadas vacaciones estivales en las que nos hemos olvidado de cuantas cosas rodean a la rutina diaria del resto del año. Pero el tiempo es implacable y siempre existen señales, débiles a veces y feroces otras, que nos alertan sobre el final de las vacaciones y la llegada del nuevo curso: El sutil cambio del tiempo. El inicio de la liga de fútbol. El cambio de la presentadora del telediario. Los avisos sobre el precio de los libros de los niños. La necesidad de usar la rebequita de vez en cuando. La reunión anual de la comunidad de propietarios. Pero, sobre todo, los coleccionables.
Si nos fijamos detenidamente observaremos que nueve de cada diez anuncios de la televisión a principios de septiembre hacen referencia a colecciones de todo tipo de cosas. Fascículos sobre las historias de aquí o de allá. Coches antiguos (miniaturas, por supuesto). Todos los modelos de coches de carreras. Una espléndida colección de dedales. Un barco que se construye a piezas. Un avión de modelismo que seguro volará o incluso la colección de tacitas de Sissí emperatriz.
Reconozco haber picado alguna vez si bien, como la mayoría de los mortales, no he pasado de la tercera o cuarta entrega. Puede ser el precio, la calidad de las colecciones o la salud familiar, pero siempre hay un motivo que nos impide llegar al final de la colección. Analicemos esto.
Coleccionar los libros de “Fauna Ibérica”, “Parques naturales de España” o la “Historia de Europa para lelos” no tiene riesgo. Puedes llegar al capítulo tres, al ocho o al doce, lo dejas y no pasa nada; simplemente la editorial irá haciendo cada vez menos ejemplares y punto. Pero ¿qué pasa con la colección de piezas para fabricar la maqueta del galeón “Santísima Trinidad” que (te juran por Snoopy) navegará y todo?. ¿Alguien ha llegado alguna vez a colocar la última de las banderas de dicha maqueta?. Y si fuera así ¿se le ha ocurrido a ese pedazo de coleccionista calcular cuanto le ha costado el barco de marras?. Por que esa es la otra parte de la historia. Si sumamos el precio de todos los fascículos de una colección descubriremos en toda su dimensión el significado de la palabra “timo”. Nos hubiera salido a mitad de precio si hubiésemos ido a la tienda de modelismo más cercana y lo hubiéramos comprado en un único pago. Y, además, hubiéramos terminado antes.
Y el “sinvivir” del coleccionista nadie lo pregona, dicho sea de paso. No me imagino al que está construyendo la maqueta del barco y se le pasa comprar el capítulo nueve, cuando le entregan el timón del galeón. Catástrofe. Varios días sin desayunar ni dormir. Las horas del trabajo se las pasa colgado al teléfono y a Internet (ni que decir tiene que a escondidas del jefe) para averiguar como conseguir ese fascículo o pieza que ha olvidado o que se ha agotado en su quiosco. Osea, problemas de salud.
Finalmente está el bienestar familiar. ¿Cuántas veces no se ha visto alterado el sutil equilibrio familiar por un coleccionable?. Volvamos al caso del coleccionista de piezas para el galeón el cual, para más señas, tiene cuatro hijos. Supongamos, y digo supongamos, que se pierde una pieza importante de la maqueta del galeón, o simplemente que se rompe. Pues imaginemos al cabeza de familia, el cual lleva dedicadas en ese momento cuarenta y tres semanas de su vida a perseguir el coleccionable por tiendas y quioscos, como puede mirar de arriba abajo a cada uno de sus hijos preguntando al tiempo sobre el paradero de la susodicha pieza. E imaginemos igualmente el supino cabreo que arrastrará este señor durante varios días (insomnio incluido) a la vez que decide si seguir con la colección (que ya le ha costado un pico) o mandarlo todo a la mismísima puñeta.
Pero, como este blog trata sobre el mundo del cómic, me gustaría tan solo decir que a veces, solo a veces, esos coleccionables que aparecen en septiembre pueden traernos magníficas colecciones de comics. Y que aunque solo compremos la primera entrega (por que ya se sabe que la segunda siempre vale el doble), será un buen inicio de una afición que siempre nos dará grandes satisfacciones.
Por que la imaginación no tiene precio.
.