Un año más se está batiendo el récord de aguas libres de hielo en el Océano Ártico. Ya llevamos demasiado tiempo sin que esta tendencia parezca disminuir. El momento anual en el que se registra una menor cantidad de hielo es septiembre y nuevamente va a ser un mes dramático en el camino hacia el temido “evento del océano azul”. (1)
En el último medio siglo, los gases de efecto invernadero producidos por el hombre han provocado un calentamiento que está evolucionando a mucha mayor velocidad en el Ártico que en el resto del hemisferio norte. A medida que el hielo que hasta ahora presumíamos perenne se retira, el océano abierto absorbe más luz solar que la superficie helada, altamente reflectante, lo que a su vez acelera el calentamiento regional.
Las extensiones mínimas de hielo han sido históricamente las de 2007, 2016 y 2019. Además, desde 2007 no se han vuelto a recuperar valores de extensión mínima como los que hubo hasta antes de esa fecha. En la práctica, para que nos hagamos una idea de la magnitud de esta evolución, la extensión de hielo en el mes de septiembre apenas llega actualmente a la mitad de la que existía en los años 80 del siglo pasado.
Los últimos dos años este problema se está concentrando especialmente en la zona siberiana del ártico. Un periodo con temperaturas anómalamente elevadas (en junio pasado se alcanzaron los 38ºC en Verkhoyansk, la más alta registrada por encima del círculo polar), una ola sin precedentes de incendios forestales en toda la taiga que lanzaron grandes volúmenes de ceniza sobre los hielos aumentando su vulnerabilidad, escorrentías más cálidas en los ríos que desembocan en el ártico y una velocidad creciente en el deshielo del permafrost (del que hablaremos con detalle más adelante en un nuevo post) han sido algunas de las causas que nos han llevado a una situación tan especialmente preocupante.
Más de uno puede pensar que este problema nos queda muy lejos, a muchos miles de kilómetros de distancia, y que por estas latitudes donde habitamos tenemos otro tipo de preocupaciones más acuciantes. Nada más lejos de la realidad, porque las consecuencias del cambio climático multiplicarán otros problemas cotidianos de los que sufrimos actualmente.
Cuando lleguemos al evento de océano azul, además de una previsible subida del nivel del mar, los patrones climáticos de todo el hemisferio norte cambiarían para siempre. El mayor de los daños se producirá sin duda en el Océano Atlántico norte, debido al cambio en la trayectoria de la Corriente del Golfo motivado por la entrada masiva de agua fría desde el norte. Sí, se trata de esa enorme corriente marina que mantiene una temperatura templada y ecualiza los fenómenos meteorológicos para que sean más moderados en toda Europa. Las predicciones más aceptadas entre la comunidad científica calculan una caída general de las temperaturas medias entre 5 y 10 grados si esto ocurriera, además de la persistencia de fenómenos meteorológicos extremos. Las previsiones sobre el momento en que todo esto ocurrirá se acortan cada año y muchos estiman que el cambio se podría producir en un periodo tan corto como son 20 años.
Es verdad que tenemos problemas cotidianos de carácter personal, familiar, laboral, de salud o de cualquier otro tipo, pero es muy probable que cuestiones como esta nos afecten a todos de forma directa y magnifique nuestros problemas habituales. Para revertir esta situación (si es que todavía se puede) dependemos de nosotros mismos y de nuestra actitud diaria. Pero, lamentablemente, nada parece que vaya a cambiar.
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(1) Se denomina “evento de océano azul” a un Océano Ártico casi libre de hielo, generalmente cuantificado en menos de 1 millón de kilómetros cuadrados de hielo o menos del 10% de la superficie de la cuenca. Puedes saber más haciendo clic aquí.